Estaba agotada de escuchar siempre el mismo cuento. Zeus la había mandado crear para introducir todos los males en la vida de los hombres. La condenaron desde el inicio a pensar que su esencia era la vileza. Dolida y frustrada, no comprendía, ¿acaso el mundo no albergaba ya maldad antes de que ella existiera? ¿No fue en sí la decisión de Zeus, padre de los dioses y los hombres, un acto carente de bondad? Sintió entonces como la verdad la azoraba. Dieron origen a un pecador sobre quién derramar todo el líquido que contenía el vaso que ellos mismos habían llenado para lograr así una deshonesta absolución. La caja siempre estuvo abierta, aunque pareciese estar cerrada.
Te he leído y valorado, sé lo que cuentas y aún así te he cuestionado. No desacredito tu autoridad, pero tampoco me someto a ella. Interpreto desde Pandora, porque como en cada historia hay voces que se escuchan más alto que otras.
Lo que había en la caja de Pandora no es lo mismo que lo que hay ahora. El tiempo hace bueno lo que antes creíamos malo. La pregunta es pues si viviremos lo suficiente como para que no se nos juzgue por sernos fieles. Necios que predican su ignorancia, eso somos. No sabemos nada, pero nos pronunciamos como eruditos a punto de dar una charla.
La alternativa al mundo de la vida no es, en absoluto, el espacio misterioso de lo público. Hegel nos engañó cuando articuló su dialéctica entre Sociedad Civil y Estado.
Hoy no tengo por menos que ponerme absolutamente serio. Contemplo, no exento de una cierta amargura, la deriva de un pequeño gran país con El Salvador.
Sólo ha pasado enero y 2021 ya tiene más portadas que lustros enteros. A duras penas me decanto por un cartel u otro. La nevada del siglo, los vikingos asaltando el Capitolio, el caos de las vacunas y, en medio de todo, la Pandemia
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