El gran teatro del mundo Entradas
Decadencia
Tras Nicea, en el Concilio Oecuménico de Calcedonia, el cristianismo -o sea, el Emperador que para eso ha hecho de ese mito la nueva religión del estado- planteó unificar la doctrina cristológica.
Tras Nicea, en el Concilio Oecuménico de Calcedonia, el cristianismo -o sea, el Emperador que para eso ha hecho de ese mito la nueva religión del estado- planteó unificar la doctrina cristológica.
El teatro clásico, y digo esto con minúsculas, haciendo referencia al de hace, a penas, un siglo, descansaba sobre el trabajo de las “compañías”, pequeñas “troupe” de cómicos que, de pueblo en pueblo, iban representado las obras conectando a los autores con un público universal.
El chiste, como la canción (ahí incorporo a la poesía), se ubican en la frontera del lenguaje. Es decir, constituyen su origen y su disolución, su alfa y omega como dirían los clásicos
Imaginamos porque ya hemos visto, ingeniamos porque conocemos. El hombre absolutamente libre, el ingenuo radical, carece de imaginación. Nuestra libertad, por paradójico que parezca, está en proporción directa al número de cadenas que nos atan a esos repertorios de imágenes que se han ido depositando en nuestra memoria.
¿Qué es lo que me interesa del teatro? Me interesa su lenguaje, de ahí mi atención sobre la mecánica de los diálogos, verdadera sustancia material sobre la que se construye la escena mediterránea.
A lo largo de este año que llevamos de blog, hemos querido trabajar sobre los personajes. A lo sumo, junto a las figuras de esta literatura de la vida, hemos mirado también a ese pueblo -esos pueblos- y sus fiestas, buscando desentrañar el protagonismo colectivo del coro. Sin embargo, esta ha sido mi experiencia estos días, el teatro se construye sobre algo mucho más material e inmediato, el escenario.
2015 fue el año en el que me gradué en el instituto. Como yo, muchos tendrían que haberse graduado ya en este 2020, pero los imprevistos del Covid-19 lo imposibilitan. Sin embargo, aún sin haber ceremonia, sin tener diploma e, incluso, sin pronunciar palabra, le dicen adiós a una etapa. Mi obsequio hoy es hacer de mi discurso el tuyo, de mi despedida, la tuya propia.
Sigo atrapado por el tema “madre”. Como diría el pobre Sadam Hussein, “la madre de todos los temas”, el famoso coronavirus. Escribo esto -he ahí el pretendido tono irónico con el que quisiera espantar los fantasmas que me cercan- consciente de estar ya atrapado por esta pesadilla que nos envuelve. Por fin se ha instalado el miedo.
Como un presagio, la visita de Philip Alston, relator especial de la ONU, a principios de año, nos anticipaba la situación preambular de desigualdad que con el Covid-19 ha alcanzado elevados niveles en lo que a noción y gravedad se refiere.