Y en cualquier parte, cierro los ojos y eres tú quien invade mis pensamientos.
Puedo imaginar el encuentro intencionado de tus pies con los míos. Tu mano acariciando mi mejilla y tus pestañas haciéndome cosquillas.
Puedo imaginarme cada beso y cada respiro. Como con uno solo de tus gestos haces que por mi cuerpo peregrine un escalofrío.
Puedo imaginar lo que sería que deseases escuchar mis respuestas a tus preguntas sin formular. Que tus miedos e inseguridades te hicieran un poco más libre al presentármelos y que tu existencia y la mía juntas tuvieran más sentido que el que por sí solas tendrán.
Puedo imaginarme todo esto, pero cuando la oportunidad se aproxime a ser real y me quede al descubierto, recogeré el abrigo que desnudó mi vulnerabilidad y me marcharé antes de que tú puedas hacerlo.
La alternativa al mundo de la vida no es, en absoluto, el espacio misterioso de lo público. Hegel nos engañó cuando articuló su dialéctica entre Sociedad Civil y Estado.
Hoy no tengo por menos que ponerme absolutamente serio. Contemplo, no exento de una cierta amargura, la deriva de un pequeño gran país con El Salvador.
Sólo ha pasado enero y 2021 ya tiene más portadas que lustros enteros. A duras penas me decanto por un cartel u otro. La nevada del siglo, los vikingos asaltando el Capitolio, el caos de las vacunas y, en medio de todo, la Pandemia
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